Durante siglos, Occidente se empecinó en construir una fortaleza para domesticar esta fuerza indomable. Tercos, incorregibles, intentamos emparcharla con discursos de mérito y esfuerzo, con estadísticas y estructuras; pero al final terminamos apelando a las perogrulladas de la excepción que confirma la regla, o la aceptamos como un misterio que debemos olvidar para seguir con lo nuestro. / Como en la geopolítica y la propiedad privada, a la suerte luego se le construyen fronteras que la contienen y cercenan. Límites porosos; líneas, imaginarias o no, en donde las cosas se transforman en otras. En las fronteras se dan fugas y se gestan ideas y acontecimientos que el lenguaje, o la cultura, no logra encapsular con las armas de lo sucesivo y lo sincrónico. Una frontera es una danza de euforias y angustias informes. El punto crucial en donde sucede la ilusión de un quiebre, y donde aparece la ilusión de decidir hacia un lado o hacia el otro. / En este número exploramos distintas formas en que lo certero y lo difuso, lo racional y lo inexplicable, lo que mira afuera y lo que mira adentro se amalgaman y convergen en nuestro momento histórico.